lunes, 25 de junio de 2018

Péndulo


"Quien con monstruos lucha cuide de no convertirse a su vez en monstruo. Cuando miras largo tiempo a un abismo, el abismo también mira dentro de ti." (F. Nietszche)

Te he despojado de cada una de tus capas, como quien desenvuelve un regalo precioso de su envoltorio.
Te he desnudado de todas las formas posibles, y lo que encontré me deja inmovilizada.
La fragilidad más pura. El sentimiento descarnado. Lo profundo de tu alma develada en pequeños instantes.
¿Cómo junto de nuevo cada una de tus corazas? ¿Cómo vuelvo a unirte?
Siento que he roto el frágil e inocente jarrón, y sigo intentando (ingenuamente, culpablemente) reconstruirlo uniendo sus piezas.
Quisiera ayudarte a que te cuides de mí, pero muy en el fondo sé que es demasiado tarde.
Me asomé a mirar tu abismo y lo que vi ahí me paralizó, me dejó como en un péndulo que se mece sobre su eje, demasiado inconsciente, demasiado atrapado.
Pero un péndulo no elige. Yo sí.


jueves, 16 de noviembre de 2017

Besos

Besos desordenados,
apasionados.
Mariposas que vuelan
alrededor  de tu enredado pelo.
Caricias salvajes,
animales buscando su alimento.
Mordiendo, arañando,
rugiendo.
Delirio y locura.
Luces que pasan
por la ventanilla.
Miradas furtivas,
culpables y cómplices.
Tigres que se relamen,
borrachos,
después de haber saboreado
carne fresca.

miércoles, 18 de octubre de 2017

"El león mata mirando" (Subcomandante Marcos)

Nos sentamos a participar juntos de esa ceremonia de fumar. Entre chupada y chupada, el viejo Antonio va hilando la historia:
"El león es fuerte porque los otros animales son débiles. El león come la carne de otros porque los otros se dejan comer. El león no mata con las garras ni con los colmillos. El león mata mirando. Primero se acerca despacio, en silencio porque tiene nubes en las patas y le matan el ruido. Después salta y le da un revolcón a su víctima, un manotazo que tira más que por la fuerza, por la sorpresa.
Después se le queda viendo. La mira, a su presa. Así... (el viejo Antonio arruga el entrecejo y me clava los ojos negros). El pobre animalito que va a morir si se queda viendo nomás, mira al león que lo mira. El animalito ya no se ve él mismo, mira lo que el león mira, mira la imagen del animalito en la mirada del león, mira que, en su mirarlo del león, es pequeño y débil. El animalito ni se pensaba si es pequeño y débil, era pues un animalito, ni grande ni pequeño, ni fuerte ni débil.
Pero ahora mira en el mirarlo del león, mira el miedo. Y, mirando que lo miran, el animalito se convence, el sólo, de que es pequeño y débil. Y, en el miedo que mira que lo mira el león, tiene miedo. Y entonces el animalito ya no mira nada, se le entumen los huesos así como cuando nos agarra el agua en la montaña, en la noche, en el frío. Y entonces el animalito se rinde así nomás, se deja, y el león se lo zampa sin pena. Así mata el león. Mata mirando.
Pero hay un animalito que no hace así, que cuando lo topa el león no le hace caso y se sigue como si nada. Y si el león lo manotea, el contesta con un zarpazo de sus manitas, que son chiquitas pero duele la sangre que sacan. Y este animalito no se deja del león porque no mira que lo miran... es ciego. Topos, les dicen a esos animalitos".
Parece que el viejo Antonio acabó de hablar. Yo aventuro un "si, pero...". El viejo Antonio no me deja continuar, sigue contando la historia mientras se forja otro cigarrillo. Lo hace lentamente, volteando a verme cada tanto para ver si estoy poniendo atención.
"El topo se queda ciego porque, en lugar de ver hacia fuera, se puso a mirarse el corazón, se trincó en mirar para adentro. Y nadie sabe porque llega a la cabeza del topo eso de mirarse para adentro. Y ahí esta de necio el topo en mirarse el corazón y entonces no se preocupa de fuertes o débiles, de grandes o pequeños, porque el corazón es el corazón y no se mide como se miden las cosas y los animales. Y eso de mirarse para adentro sólo lo podían hacer los dioses y entonces los dioses castigaron al topo y ya no lo dejaron mirar pa’fuera y además lo condenaron a vivir y caminar bajo la tierra. Y por eso el topo vive debajo de la tierra porque lo castigaron los dioses. Y el topo ni pena tuvo porque siguió mirándose para adentro. Y por eso el topo no le tiene miedo al león. Y tampoco le tiene miedo al hombre que sabe mirarse al corazón.
"Porque el hombre que sabe mirarse el corazón no ve la fuerza del león, ve la fuerza de su corazón y entonces mira al león y el león lo mira que lo mira al hombre y el león mira, en el mirarlo del hombre que es sólo un león y el león se mira que lo miran y tiene miedo y se corre" ¿Y usted se miró el corazón para matar a este león?. Interrumpo. El contesta, ¿Yo? No hombre, yo mire la puntería de la chimba y el ojo del león... y ahí nomás dispare... del corazón ni me acorde..."Yo me rasco la cabeza como según aprendí, hacen aquí cada que no entienden algo.
El viejo Antonio se incorpora lentamente, toma la piel y la examina con detenimiento. Después la enrolla y me la entrega "Toma, me dice, te la regalo para que nunca te olvides que al león y al miedo se les mata sabiendo a dónde mirar..." El viejo Antonio da la media vuelta y se mete a su champa. En el lenguaje del viejo Antonio eso quiere decir: "Ya acabe, Adiós". Yo metí en una bolsa de nylon la piel del león y me fui.

martes, 10 de octubre de 2017

¿Quién soy?

“Ser uno mismo no es solamente un fenómeno de reflexión filosófica sino que, desde siempre y ante todo, es ser alguien que, en el entretejido de una vida real y concreta, edifica su identidad a partir del reconocimiento del Otro, de los otros y de lo otro, que de alguna manera lo constituyen: semejante a un artista que edifica su obra en el quehacer de la temporalidad cotidiana.” (Paul Ricoeur: La poética del sí-mismo, Marie-France Begué)

La noción de identidad es algo que atraviesa a todas las personas. Todos en algún momento de nuestras vidas nos preguntamos a nosotros mismos, ¿quién soy? ¿A quién nombro cuando me nombro a mí mismo?
Desde la filosofía, cuando definimos la identidad decimos que es aquello que hace que un ente sea lo que es, y no otra cosa. Es decir, ¿qué es lo qué me hace ser quién soy y no otra persona? Ese “algo” indefinido que me hace ser quién soy, ¿es algo permanente e inmutable, que se mantiene siempre igual a través del tiempo? ¿O es la identidad, más bien, un continuo cambio que no nos brinda posibilidad alguna de establecernos como entes fijos?
Si aceptamos, con Heráclito, que “uno no se baña dos veces en un mismo río”, estamos asumiendo la idea de que no hay nada en nosotros mismos que nos lleve a afirmar que somos, sino que estamos siendo en un constante flujo de identidades, que no hay nada estable en cada uno de nosotros, sino que somos en constante cambio: a cada momento vamos siendo otro.
De ser así, podemos preguntarnos: ¿será cuestión de que cada uno elija la identidad que quiere? Si puedo ser otro todo el tiempo, ¿puedo elegir quién ser?
El gran dilema que esto nos plantea es que en la sociedad actual si no sabemos quiénes somos, no elegimos quién ser, nos eligen. Y nos eligen desde los distintos poderes hegemónicos, nos dicen qué consumir, qué hacer, qué pensar, a quién admirar. Nos van eligiendo, nos van diciendo quiénes ser.
Entonces, ¿soy lo que quiero ser o soy lo que otros necesitan que yo sea?

Para comenzar a delinear una idea de lo que representa la identidad, debemos entonces tener en cuenta, en primer lugar, que hay ciertos aspectos de nuestras vidas sobre los que no somos capaces de influir. Hay ciertas condiciones históricas, culturales, sociales, con las que nacemos. Estamos insertos en un espacio-tiempo, en un aquí y ahora que conforma nuestro entorno personal y que delimita en ciertos aspectos nuestra propia identidad.
Pero, sobre esa base, podemos pensar la identidad como una narración. El "yo" de cada persona es una narración, que se va construyendo en una interacción dialógica entre lo que decimos acerca de nosotros mismos y lo que el otro dice acerca de mí. Porque ese otro me permite romper las barreras de una identidad solipsista y abrirme al cambio, y porque, así, yo soy en el otro, tanto como el otro es en mí.
Es decir que me construyo no solo desde mi propia mirada sobre mí mismo, sino también sobre la mirada que el otro imprime en mí. Pero no como algo fijo y estanco, sino como una rueda en continuo movimiento y en interacciones reciprocas.
Y cabe mencionar que cuando decimos "identidad" no nos referimos únicamente a personas individuales, sino que también hablamos de colectivos de personas.
En este sentido, y pensando en el este caso particular de nuestro país, podemos pensar: ¿de qué modo se ha construido la identidad del colectivo nacional? O más bien, ¿de qué modo se ha construido el relato nacional acerca de la identidad?
Estas preguntas cobran una relevancia aun mayor si las pensamos en el marco de lo que fue la última dictadura cívico-militar, donde la desaparición forzada de personas y el robo de la identidad a cientos de bebés fue moneda corriente.
¿Somos, como nación, lo que queremos ser? ¿O somos lo que nos vienen diciendo (imponiendo) desde hace más de 35 años que seamos? ¿Qué narraciones se han construido en torno a las identidades que nos faltan a todos?
De lo que se trata es de intentar brindarle al otro la posibilidad de retomar el relato trunco de su propia vida, de recuperar la verdadera narración y temporalidad de su identidad, de su vida, ni más ni menos.
Si yo no puedo nombrarme a mí mismo, porque desconozco mi propio relato, solo cuando el otro me nombra en mi verdadero yo, puedo verme a mí mismo despojado de aquellas falsedades que cubrían mi relato sobre mí, y nombrarme como un ser verdadero.
Cuando veo a una rosa, y no la llamo por su nombre, no es más que una flor cualquiera. Pero al decir "esto es una rosa", estoy nombrándola, devolviéndole su ser, y con él todo lo que acompaña a la rosa: su perfume, su tersura, su color.
Hay muchas personas esperando ser nombradas para recuperar su identidad. Y como sociedad debemos aportar en lo que podamos para que puedan hacerlo. Por dos razones fundamentales. En primer lugar porque hay en la identidad colectiva un gran agujero existencial, un vacío que aún no hemos logrado llenar, y que nos impide construir una verdadera identidad nacional. Y en segundo lugar, porque si el otro no es, si no conoce su identidad, entonces yo tampoco soy, porque mi identidad también se construye en y junto con la de ese otro a la que sistemáticamente se la han negado.


Un gran pensador del siglo XX, Jean Paul Sartre, dijo: Lo importante no es lo que han hecho de nosotros, sino lo que hacemos con lo que han hecho de nosotros”. Elijamos quienes ser, desde lo que han hecho de nosotros. Elijamos el país que queremos ser, recuperando la identidad de aquellos que hasta hoy nos faltan, porque han hecho que nos falten.

domingo, 1 de octubre de 2017

Domingo


Vivimos en un mundo lleno de mentiras, egoismos, engaños y mezquindades. Vivimos en una sociedad que nos señala, nos juzga, nos censura, nos critica. Nuestras construcciones, pensamientos y emociones estan encerrados en una gran jaula que llamamos normalidad. ¿Cuántas veces aparentamos, fingimos, actuamos un papel, con el fin de formar parte de esa jaula? ¿Cuántas veces hacemos cosas que realmente no queremos hacer?
Podemos rellenar nuestras vidas
                   con cosas,
                   con ideas,
                   con personas.
Podemos intentar tapar el vacío
                   recubrirlo,
                   ocultarlo,
                   negarlo.
En el fondo sólo somos pateticos payasos, viviendo y actuando en el circo social, haciendo las piruetas y las gracias que nos exigen, riendo y hablando como si creyeramos que eso es real.
Pero en el fondo, más en lo profundo, sabemos que preferimos el circo a enfrentarnos a la aterradora posibilidad de asumir que estamos completamente solos.

martes, 19 de septiembre de 2017

Teotihuacán

Fragmentos de historias que el tiempo nos relata, se plasman y se sienten en cada piedra, en cada pared. Vidas encerradas en otras vidas, interpretadas por personas anacrónicas que pretenden conocer lo ancestral. Cada rincón nos habla del lugar que fue, de la maravilla que ya nunca será. Nos habla de personas de carne y hueso, que transitaban esos muros en sus trayectorias cotidianas.
¿Qué secretos esconderá esta pared? ¿Qué conversaciones encerrará esta casa? ¿Quién se habrá enamorado en estas calles? ¿Con qué gestos se saludarían dos conocidos en estas escaleras? ¿Cuántos habrán nacido? ¿Cuántos habrán muerto? ¿Cómo habrán defendido a su pueblo de la invasión y el saqueo de los colonizadores?
Las historias que el tiempo nos cuenta son memoria y energía.


martes, 29 de agosto de 2017

Esa noche

Esa noche las estrellas brillaban increíblemente hermosas y el mar nos regalaba una leve brisa que se sentía suave y fresca en aquel balcón. Hablamos, y hablamos, y hablamos. De cosas tan profundas y tan superficiales, de la vida, de la sociedad, de la política. Nunca hablamos de amor. Nos sentamos y me abrazaste, y encontré en el hueco de tu hombro mi lugar en el mundo.

“Podría quedarme a dormir, ya es tarde para volver”. (Si supieras, pensé, qué tarde es para volver).