Esa noche las estrellas brillaban increíblemente hermosas y
el mar nos regalaba una leve brisa que se sentía suave y fresca en aquel
balcón. Hablamos, y hablamos, y hablamos. De cosas tan profundas y tan superficiales,
de la vida, de la sociedad, de la política. Nunca hablamos de amor. Nos
sentamos y me abrazaste, y encontré en el hueco de tu hombro mi lugar en el
mundo.
“Podría quedarme a dormir, ya es tarde para volver”. (Si
supieras, pensé, qué tarde es para volver).