La pedagogía de Paulo Freire constituye el núcleo esencial de las teorías críticas en Latinoamérica. Los aportes que me ha brindado (y, espero, siga haciendo) son muchos y variados.
El simple hecho de que sea una pedagogía latinoamericana ya me permite pensar una educación desde una pertenencia geográfica y una cercanía histórica. Es decir, las aproximaciones entre los países de America Latina, sus parecidos (principalmente en cuanto a las historias de opresión), hace que sienta que Freire me habla desde un lugar que es mío también, desde una historia de la que también soy parte, y me habla de un cambio del que yo también soy protagonista, de una tarea que es también mía. Y esta tarea consiste justamente en ocupar un rol docente transformador, critico, que no sea un mero reproductor de “pedagogías bancarias”, sino un verdadero mediador, capas de darles la palabra a los oprimidos.
Freire le otorga una gran importancia a este hecho de darles voz a los oprimidos porque son justamente ellos quienes, mediante la palabra, tienen que hacerse concientes de su propia situación de opresión.
“Cuando Dios dijo: ‘Darás nombre a las cosas’, él dijo ‘transformarás el mundo para que puedas dar nombre a las cosas’.” Puede verse en esta cita claramente el papel de la palabra a la hora de nombrar el mundo. Nombrando las cosas las transformo, las resignifico, las rehago. Es en este sentido que Freire propone darle la palabra al oprimido, para que pueda emprender el camino para su emancipación transformando el mundo por medio de la palabra, saliendo de la “cultura del silencio” en el que se hallaba sumido debido a la misma situación opresiva.
Siguiendo a Freire, podemos proponer una estrategia pedagógica que tenga en cuenta el sentido común de los educandos, sus propios intereses e inquietudes. Partir de las mismas vivencias de los estudiantes implica una fuerte carga de significación. Es por esto que debemos tener siempre como punto de partida las experiencias de vida de los educandos, pero no estancarnos ahí. Para que sea realmente conocimiento lo que se está poniendo en juego en la clase debemos fundamentar, analizar, racionalizar, dichas vivencias. Partir de ellas pero para ir más allá, para hacer concientes determinadas situaciones estructurales que no pueden verse desde dimensiones individuales.
Para Freire la educación tiene una estricta finalidad política, que es lograr la liberación de los hombres, tanto a los oprimidos como a los opresores. Partiendo de este punto, considera también que es imposible alcanzar este fin sin que medie la esperanza. “No hay cambio sin sueño, como no hay sueño sin esperanza”. La pedagogía de la esperanza no puede existir sin el amor, sin la alegría de aprender. Solamente podemos enseñar a amar amando. Solo así podemos lograr que en la interacción entre educadores y educandos, en este juego de enseñar y aprender, sea un acto de alegría, de goce, el encontrarse con el conocimiento.
Creo que, hablando en este sentido, la realidad es que los alumnos de hoy no se resisten a la obtención de conocimientos. A lo que ellos se resisten es a determinadas metodologías adoptadas por los docentes, al autoritarismo encubierto, al silenciamiento de sus propias vidas en pos de una “racionalidad superior”.
Seria muy ingenuo pensar que los adolescentes (y que el ser humano en general) no quiera conocer. La intriga es parte de la naturaleza humana. La cuestión pasaría, más bien, por ver qué es lo que interesa a unos y otros conocer, hasta que punto aquello que la sociedad llama “conocimiento” se relaciona con lo que cada uno considera importante para su vida.
Como dice Freire claramente, “la cuestión es dialógica”, es un ir y venir que se hace presente en el dialogo como reconocimiento del otro.
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