Caía la noche y las gotas resbalaban invisibles por las
ventanas. Apuró el paso en aquel pasillo, que se iba oscureciendo junto con el
día. Los muros le parecían cerrarse tras de sí. Cerró fuertemente la puerta de
la habitación, y el sonido retumbo en sus oídos. Suspiró, aliviada. Encontraba
algo reconfortante, tranquilizador en la soledad de ese cuarto.
Afuera se
desataba una tormenta. Adentro suyo, también.
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